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jueves, 30 de junio de 2016

La diferencia entre un mal día y un buen día es tu actitud

Nuestra actitud ante la vida es la que va a determinar si algo nos hace daño o si, por el contrario, nos enseña y nos ayuda a seguir creciendo,

La diferencia entre un mal día y un buen día es tu actitud


Tal y como nos dijo John Milton en su obra El paraíso perdido, “nuestra mente es ese lugar donde, casi al mismo tiempo, podemos crear tanto cielo un como un infierno”.

Todo depende, por así decirlo, de la actitud con la que nos vistamos cada mañana.

Los psicólogos nos dicen que las actitudes son nuestro centro de control en la vida, esos anteojos desde los cuales ver nuestra realidad de un modo u otro.

Si bien es cierto que no resulta nada fácil mantener cada día el ánimo y el coraje con el que enfrentar cada uno de nuestros problemas y hechos más cotidianos, valdría la pena reflexionar sobre ello, y propiciar una mente más fuerte, una visión más positiva sobre las cosas.

Mantener siempre una buena actitud es como “situar el norte” en nuestras brújulas personales, para afrontar cada hecho complejo con más energía y vitalidad.

Te invitamos a ponerlo en práctica mediante las siguientes estrategias.


Cambia tu actitud

No podemos cambiar lo que nos ocurre, pero sí la actitud con la que hacer frente a las desavenencias de la vida.

Un despido, una enfermedad, una pérdida, una separación matrimonial, una decepción… La vida siempre tiene esa cara oculta, ese reverso en el que, trae o temprano, acontecen ese tipo de cosas para las cuales nadie está preparado.

Es muy probable que ya hayas pasado por alguno de estos hechos. Si es así, estamos seguros de que tú mismo habrás llegado a la siguiente conclusión: solo hay dos opciones, rendirnos o seguir avanzando.

Ahora bien, en realidad, tampoco basta con “seguir avanzando”. No es lo mismo caminar sin rumbo que saber adónde vamos. No es lo mismo dejarnos llevar que tener un propósito claro y objetivo.
En psicología y sociología se suele hablar a menudo de lo que se conoce como “la teoría de la Reina Roja“. Este término tiene su origen en el famoso personaje de Lewis Carroll de “Alicia a través del espejo”.

Cuando Alicia se encuentra con la Reina Roja se extraña de que, a pesar de esta caminando, tiene la clara sensación de no avanzar. Sigue siempre en el mismo sitio.

Es entonces cuando la Reina le indica que en aquel mundo, no basta solo con caminar o correr. Para sobrevivir y lograr el éxito, hay que cambiar de actitud y esforzarse un poco más. “Hay que correr más rápido”.

Asimismo, más adelante el gato de Cheshire también le daría un gran consejo a Alicia: en la vida no basta con saber andar: hay que saber qué camino quieres tomar y adónde quieres llegar.


Así pues, con estos ejemplos podemos concluir en lo siguiente:

Todos podemos perdernos de vez en cuando y tomar el camino más duro, el que nos trae más tristezas o decepciones.

Ahora bien, a pesar de no poder cambiar lo que nos ha ocurrido, podemos variar nuestra actitud ante lo sucedido para encontrar otra opción, para seguir luchando.
No se trata pues de “dejarnos llevar” sin más. Hay que “correr más rápido conociendo la dirección”. Debemos encontrar recursos propios y recordar siempre adónde queremos llegar, recordar cuál es nuestro objetivo en la vida: La felicidad.

Cuidado con las actitudes negativas que te envuelven

Ya sabemos que, ante un hecho negativo, lo que cuenta es la actitud con la que le hagamos frente.

Ahora bien… ¿Y si quien está a nuestro alrededor nos trasmite su negatividad y su derrotismo?

Las actitudes suelen definir a los grupos sociales, a las familias, a los amigos.

Las personas nos unimos en función de creencias comunes, gustos y pasiones, además de por lazos de sangre, ahí donde mediante la educación también se trasmiten diversos esquemas de pensamiento.

Las actitudes son una combinación de nuestros patrones educativos, nuestras experiencias, valores y personalidad. Es una combinación sutil y compleja donde, muchas veces, pesan más lo que el resto nos aporte o sugiera.

Pongamos un ejemplo. Hoy tienes que hacer algo importante en el trabajo. Tienes que presentar un proyecto, pedir un aumento o unos días libres.

 Tú te levantas convencido de que vas a lograrlo, de que todo va a salir bien. Sin embargo, tu pareja, tu familia o tus compañeros de trabajo te dicen aquello de “no te hagas ilusiones, seguro que la cosas no sale como tú esperas”.

Si eres una persona que confía en sí misma y lucha siempre por mantener una actitud fuerte y segura, no harás caso de esos comentarios.

Más aún, tu autoestima te dice también que aunque salga mal, tampoco pasará nada, porque buscarás otras opciones. Eso es una buena actitud.

Ahora bien, las personas que se dejan influenciar por actitudes negativas de su entorno se llevarán numerosas desilusiones. Verán más problemas que soluciones en cada paso que den.

No lo permitas. No dejes que nadie cruce tus muros personales, tu área de seguridad psicológica, ahí donde se alzan tus fortalezas, tus objetivos y esa actitud luchadora que hace frente a vientos y mareas.



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