Ámate como mereces y serás amado como deseas
Si tú no te respetas no pidas que los demás lo hagan. Ámate para que los demás te amen como deseas. Porque mereces dejar de sufrir y, por fin, ser feliz
Quien comete el error de medir lo que merece en función del amor que recibe de los demás puede sufrir muchas desilusiones.
Ello implica que, si a lo largo de su vida ha recibido un falso afecto o un cariño habitado por el dolor y la manipulación, llegará a creer que “no merece ser amado”.
Son situaciones muy complejas y destructivas para las que nadie nos ha preparado.
De hecho, resulta curioso ver cómo en los colegios se enseña a los niños a situar dónde se hallan las principales capitales del mundo pero nadie les ofrece estrategias para aprender a amarse a ellos mismos.
A cuidarse como seres excepcionales que son y que, sin duda, merecen lo mejor. Te invitamos a reflexionar en ello y a poner en práctica el sano ejercicio de querernos a nosotros mismos y, a su vez, enseñar estas mismas estrategias a los más pequeños.
Ámate como mereces, porque nadie merece más reconocimiento que el que tú te ofreces
La propia sociedad suele inculcarnos en ocasiones un valor que esconde un doble filo. Preocuparse por uno mismo, amar a esa persona que refleja nuestro espejo es visto a veces como un acto de egoísmo.
Nos enseñan a dar las gracias, a dejar salir antes de entrar, a ayudar al prójimo, a darlo todo por aquellos que amamos…
Aunque todo ello sea un acto de nobleza que nunca debemos dejar de practicar, también deberían enseñarnos qué es la integridad, qué es el amor propio y qué es eso llamado autoestima.
Te recomendamos leer también “10 cosas que las buenas parejas hacen juntos”
No te midas a ti mismo en función de lo que recibes
Imaginemos a un niño que sufre bullying en el colegio. Imaginemos a ese mismo niño solo en casa, sin recibir un afecto adecuado, apoyo y reconocimiento por parte de sus progenitores.
Pensemos ahora en ese mismo niño convertido en un adulto y sus esfuerzos por mantener relaciones afectivas felices, maduras y enriquecedoras. En caso de no conseguirlo, lo más probable es que llegue a pensar que “es una persona que no merece ser amada”.
Aunque nos parezca duro, este retrato es algo que han sufrido muchas personas.
Si bien es cierto que el haber sufrido una infancia traumática no implica al 100% que vayamos a establecer relaciones afectivas infelices, es un factor que tiene un peso considerable.
No debemos medir lo que merecemos en función de lo que recibimos.
Ámate siempre y cada día como tú mereces, sin esperar a que los demás te den aquello que esperas.
No esperes aprobaciones continuas a cada uno de tus actos o pensamientos. Tú eres tu propio juez, tú la persona que debe darse aliento, apoyo y empuje en cada acto que decidas emprender.
Si tu infancia y adolescencia no fueron felices, intenta marcar un antes y un después. Ya sabes lo que es crecer sin un apego saludable, seguro y afectuoso.
Sana ahora esa carencia amándote lo que mereces, mimándote, protegiéndote de lo que te puede hacer daño pero emprendiendo nuevos caminos donde siempre esté presente esa ilusión por ser mejor cada día.
Por dar con aquello que mereces.
Mereces mucho más de lo que algunos te ofrecen
En ocasiones, sencillamente, nos rendimos. A pesar de que esa relación no nos hace precisamente feliz, nos decimos aquello de “es lo que hay, no voy a encontrar nada mejor y es mejor esto que estar solo”.
Lo queramos o no, el inmovilismo emocional nos aferra a ese sufrimiento implícito y sutil que va minando nuestra autoestima.
Nos habituamos a los vacíos, a los reproches, a los desprecios e incluso a la propia infelicidad. Es algo muy peligroso, puesto que, cuando se instaura en nuestra vida el derrotismo, lo perdemos todo.
Quien comete el error de medir lo que merece en función del amor que recibe de los demás puede sufrir muchas desilusiones.
Ello implica que, si a lo largo de su vida ha recibido un falso afecto o un cariño habitado por el dolor y la manipulación, llegará a creer que “no merece ser amado”.
Son situaciones muy complejas y destructivas para las que nadie nos ha preparado.
De hecho, resulta curioso ver cómo en los colegios se enseña a los niños a situar dónde se hallan las principales capitales del mundo pero nadie les ofrece estrategias para aprender a amarse a ellos mismos.
A cuidarse como seres excepcionales que son y que, sin duda, merecen lo mejor. Te invitamos a reflexionar en ello y a poner en práctica el sano ejercicio de querernos a nosotros mismos y, a su vez, enseñar estas mismas estrategias a los más pequeños.
Ámate como mereces, porque nadie merece más reconocimiento que el que tú te ofreces
La propia sociedad suele inculcarnos en ocasiones un valor que esconde un doble filo. Preocuparse por uno mismo, amar a esa persona que refleja nuestro espejo es visto a veces como un acto de egoísmo.
Nos enseñan a dar las gracias, a dejar salir antes de entrar, a ayudar al prójimo, a darlo todo por aquellos que amamos…
Aunque todo ello sea un acto de nobleza que nunca debemos dejar de practicar, también deberían enseñarnos qué es la integridad, qué es el amor propio y qué es eso llamado autoestima.
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No te midas a ti mismo en función de lo que recibes
Imaginemos a un niño que sufre bullying en el colegio. Imaginemos a ese mismo niño solo en casa, sin recibir un afecto adecuado, apoyo y reconocimiento por parte de sus progenitores.
Pensemos ahora en ese mismo niño convertido en un adulto y sus esfuerzos por mantener relaciones afectivas felices, maduras y enriquecedoras. En caso de no conseguirlo, lo más probable es que llegue a pensar que “es una persona que no merece ser amada”.
Aunque nos parezca duro, este retrato es algo que han sufrido muchas personas.
Si bien es cierto que el haber sufrido una infancia traumática no implica al 100% que vayamos a establecer relaciones afectivas infelices, es un factor que tiene un peso considerable.
No debemos medir lo que merecemos en función de lo que recibimos.
Ámate siempre y cada día como tú mereces, sin esperar a que los demás te den aquello que esperas.
No esperes aprobaciones continuas a cada uno de tus actos o pensamientos. Tú eres tu propio juez, tú la persona que debe darse aliento, apoyo y empuje en cada acto que decidas emprender.
Si tu infancia y adolescencia no fueron felices, intenta marcar un antes y un después. Ya sabes lo que es crecer sin un apego saludable, seguro y afectuoso.
Sana ahora esa carencia amándote lo que mereces, mimándote, protegiéndote de lo que te puede hacer daño pero emprendiendo nuevos caminos donde siempre esté presente esa ilusión por ser mejor cada día.
Por dar con aquello que mereces.
Mereces mucho más de lo que algunos te ofrecen
En ocasiones, sencillamente, nos rendimos. A pesar de que esa relación no nos hace precisamente feliz, nos decimos aquello de “es lo que hay, no voy a encontrar nada mejor y es mejor esto que estar solo”.
Lo queramos o no, el inmovilismo emocional nos aferra a ese sufrimiento implícito y sutil que va minando nuestra autoestima.
Nos habituamos a los vacíos, a los reproches, a los desprecios e incluso a la propia infelicidad. Es algo muy peligroso, puesto que, cuando se instaura en nuestra vida el derrotismo, lo perdemos todo.
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